Al mismo tiempo, el comportarse del Paráclito en nosotros es amable: es fuerte y delicado. El singladura y el fuego no destruyen ni incineran lo que tocan: el primero resuena en la casa donde se encuentran los discípulos y el segundo se posa suavemente, en forma de llamas, sobre la inicio de cada individuo. Y incluso esta delicadeza es un trazo d